¡Guerras capitalistas!

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Pasan los meses y a pesar de las movilizaciones masivas en todo el mundo, con millones de personas clamando un alto al fuego inmediato, en Gaza siguen lloviendo bombas. Hace pocas horas más de 100 civiles fueron literalmente hechos pedazos, mientras rezaban en una escuela en el barrio de Al-Daraj. Sólo un crimen más entre los miles cometidos por los invasores del ejército israelí, los cuales están perpetrando descaradamente un infanticidio masivo y un genocidio ante los ojos de todo el mundo. Allá arriba, entre los mandones de todos los países, no hay quien los pare. Aquí abajo seguimos acumulando rabia viendo no sólo el exterminio de tantos hermanos y hermanas, sino también cómo se inflan los bolsillos de los fabricantes de armas y sus socios entre los políticos de todos los colores.

En el norte de Siria, a unos cientos de kilómetros de la masacre en curso en Palestina, el Estado turco y sus bandas bombardearon con obuses las aldeas de Cat y Ewn Dadat, en el cantón de Manbij, en la noche del viernes. Al mismo tiempo, un poco más al sur, alrededor de 400 mercenarios a sueldo del régimen sirio cruzaron el río Éufrates buscando penetrar el territorio de la Administración Autónoma del NorEste de Siria (AANES) y ante la resistencia de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), quienes lograron rechazarlos, tomaron represalia bombardeando las aldeas de Jadeed Bakara y al-Dahalah masacrando a 13 civiles, la mayoría de ellos mujeres y niños, entre ellos un bebé de 1 año y medio y otro de 4 meses. ¿Su culpa? Vivir en el territorio autónomo y democrático de la AANES, un laboratorio social en pleno Medio Oriente inspirado en los principios socialistas, ecologistas y feministas del movimiento de liberación de Kurdistán. Es decir, tanto el Estado Turco, aliado de Estados Unidos en la OTAN, como el Estado Sirio, aliado de Rusia e Irán, bombardean civiles con el mortífero anhelo de aplastar uno de los más grandes ejemplos de autogestión popular de este siglo. Y ambos se sirven de las feroces bandas paramilitares islamistas, tal como ISIS y Al Nusra.

Justo hablando de violencia paramilitar, brincando el charco y llegando a México, vemos que este es el dispositivo militar utilizado por las grandes empresas, aliadas con el gobierno, para arrasar con los territorios indígenas en resistencia y hacerse con los recursos naturales allí protegidos. En Ostula, Michoacán, el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha llegado a bombardear con drones la comunidad que – parte del Congreso Nacional Indígena (CNI) – desde el 2009 resiste de manera organizada a los ataques de los diferentes grupos del crimen organizado, todos coludidos con el ejército, haciendo uso del derecho a la autodefensa, y desde luego armando su propia guardia comunitaria. También en Guerrero, sigue impune la violencia criminal de “Los Ardillos”, cuya última emboscada, en la cual acribillaron a una compañera y un compañero del CIPOEG-EZ (parte del CNI), se registró justo en las inmediaciones de un retén del Ejército y la Guardia Nacional, dejando manifiesta una vez más la complicidad de las fuerzas armadas con los narcos. De 2018 a la fecha, 56 integrantes del CIPOEG-EZ y de la policía comunitaria de la CRAC-PF (un cuerpo de seguridad autónomo creado por los pueblos de la región) han sido asesinados y 23 están desaparecidos.

En Chiapas, en la frontera sur de México, es el mismo guion. Las familias del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), las comunidades católicas de base, las comunidades del CNI, los campesinos y campesinas organizados, todxs están sitiados bajo el fuego cruzado de múltiples actores armados que se disputan el territorio pedazo por pedazo, pueblo por pueblo, carretera por carretera, ante la inacción cómplice de las autoridades y de las fuerzas armadas, ambas corruptas y al sueldo de las grandes empresas (criminales y legales). No hay registro certero del número de desplazados internos, de masacres perpetradas en montañas y caminos, sólo nos hemos acostumbrados a dormir con balaceras y amanecer con tantos muertos encontrados por allí o por allá. Las organizaciones mencionadas, entre muchas otras, vienen denunciando esta guerra civil que nadie pela, cuyos muertos ni tienen registro, pero cuyo horror es pan de cada día para cientos de miles de habitantes del estado. ¿Quién gana de tanta descomposición social? ¿Quién saca provecho de esta violenta fragmentación territorial? Falta sin duda profundizar el análisis, pero por lo visto se va barriendo la resistencia popular contra las mineras, contra los mega-proyectos, contra los yacimientos y el despojo del agua y el territorio en general; en medio de la crisis humanitaria desatada por los grupos armados se reduce forzosamente la capacidad de acción y movilización de los movimientos autónomos e independientes. Eso nos hace decir que la dizque “guerra de los narcos” es sólo un dispositivo militar para perpetuar la guerra de clase de los ricos contra lxs pobres, para quitarles hasta el último recurso que les queda: su vida como pueblo organizado.

Este pronunciamiento es un grito de rabia y dolor junto con otros cientos de miles que se levantan desde muchos colectivos, organizaciones y pueblos. Es nuestra manera para decir que seguimos vivxs y sedientos de justicia, llenxs de rabia contra la hidra capitalista y sus cientos de cabezas y que todas las guerras son capitalistas, hay que disertarlas, sabotearlas y resistirlas en donde sea que lleguen a hacer estragos.

Estamos con las hermanas del Frente Popular de Liberación de Palestina que hornean y reparten pan bajo las bombas; con las hermanas kurdas del pueblo de Jinwar en Siria que edificaron una aldea como refugio contra la feroz violencia patriarcal de la región; con las vecinas que en Chiapas alimentan a los migrantes, con las Madres Buscadoras que buscan a sus hijxs entre lxs más de 100,000 desaparecidxs en México; con las y los zapatistas que construyen todavía cooperativas, clínicas y escuelas autónomas en medio de la tormenta criminal… Estamos con la vida contra la muerte hecha sistema.

Por la ternura entre los pueblos y la complicidad global de las resistencias,

El Colectivo Nodo Solidale (Italia/México)